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Ver y ser vistos

Ver y ser vistos. El valor del adulto mayor en el cuidado y la mirada cotidiana

La pandemia nos dejó cicatrices profundas, no solo por las pérdidas humanas, sino también por la forma en que se transformó la experiencia de la enfermedad y el duelo. Abel, psicólogo de la salud, nos compartió un testimonio personal que resuena con la experiencia de muchos: la frustración y tristeza por la forma en que su abuela materna fue atendida durante la pandemia, y las limitaciones impuestas al proceso fúnebre. En el revistazo, profundizamos en su visión sobre la importancia de la mirada humana y el valor intrínseco del adulto mayor en el sistema de salud y en la sociedad.

Abel recuerda vívidamente ese deseo de buscar culpables, de pedirle al sistema de salud «al menos un poco de compasión, una señal de que ella se iba en paz». Sin embargo, también reconoce que en aquel momento, exigir algo más parecía casi imposible, pues «El sistema de salud estaba colapsado, fatigado por años de abandono y enfrentando una crisis sin precedentes». Esta cruda realidad nos hizo reflexionar sobre la vulnerabilidad del adulto mayor en contextos difíciles.

Años después, cuando su abuela paterna sufrió un accidente y requirió hospitalización prolongada, Abel notó un contraste significativo. A pesar del dolor, «la percepción del sistema había cambiado. Esta vez, escuché con frecuencia palabras de agradecimiento y reconocimiento hacia el personal de salud. Las visitas no solo eran más humanas, también eran más cálidas». Este cambio, para Abel, es un reflejo de una evolución necesaria en la forma en que vemos y cuidamos al adulto mayor.

La delgada línea entre persona y «problema» en el cuidado del adulto mayor

Ya desde su rol profesional, trabajando dentro de un hospital, Abel observó una dinámica que le sigue resonando hasta hoy: «los pacientes se balanceaban constantemente entre ser vistos como personas o como problemas a resolver». El trato, nos explica, variaba según el área, el profesional e incluso el turno. Sin embargo, cuando le tocaba atender directamente a los pacientes, percibía una necesidad profunda: «querían ser vistas, reconocidas como personas, no como un número más». Esta es una verdad fundamental en el cuidado de cualquier paciente, pero especialmente para el adulto mayor.

Su formación como psicólogo le permite un acercamiento más íntimo, pero también reconoce que muchas personas —y los pacientes, en particular— perciben al personal de salud como figuras de autoridad. Esto puede generar una barrera emocional: la necesidad de aparentar que todo «está bien», de no ser una carga adicional.

Y es en este punto donde Abel se detiene para hablar de un grupo muy específico: el de los adultos mayores. De todas las personas que ha acompañado en su carrera, es en ellos donde más ha notado esa tendencia a minimizar su malestar, a evitar «dar problemas». Esta actitud es un reflejo de cómo la sociedad percibe al adulto mayor.

El valor inmutable del adulto mayor

Rompiendo mitos sociales

Abel no tiene una única explicación para esta tendencia, pero sí una hipótesis contundente: «vivimos en una sociedad que ha construido la idea de que el paso de los años resta valor. La edad se asocia con pérdida —de movilidad, de memoria, de utilidad—, y en esa narrativa, pareciera que el cuidado a una persona mayor se convierte en un esfuerzo que ya no ‘vale tanto la pena'».

Sin embargo, la realidad está muy lejos de esa idea. Quienes hemos convivido con personas mayores sabemos la riqueza que pueden aportar:

  • La ternura de una abuela o abuelo que sigue cuidando de los suyos.
  • La experiencia de un profesionista que conoce los caminos que nosotros apenas empezamos a transitar.
  • La sabiduría y calma que nacen de haber vivido tanto.

Y aun así, seguimos escuchando —a veces en silencio, otras abiertamente— el desinterés en sus necesidades, la impaciencia ante sus procesos, el desdén hacia su malestar. Por eso, Abel propone mirar este tema desde tres ángulos fundamentales para el bienestar del adulto mayor:

Miradas que sanan

Una triple perspectiva para el cuidado del adulto mayor

  1. El personal de salud Sí, es un trabajo demandante y extenuante, pero como enfatiza Abel, «trabajamos con personas, no con objetos ni con algoritmos». Aun cuando no sea posible brindar una atención completamente individualizada, un gesto humano puede marcar una diferencia abismal: «una sonrisa, un minuto de escucha activa, una mirada honesta. A veces, eso basta para recordarle a alguien que sigue siendo alguien». Cada profesional de la salud tiene la oportunidad de reconocer el valor del adulto mayor.
  2. Las personas que conviven con adultos mayores La paciencia y la escucha son claves. No desde un lugar condescendiente, sino desde la comprensión profunda de que cada persona vive su vida por primera vez, y que las creencias o comportamientos que observamos tienen un origen. En vez de juzgar o imponer, podemos buscar un punto medio: comprender para convivir mejor con el adulto mayor y aprender de su experiencia.
  3. El propio adulto mayor El valor de una persona no depende de su edad. «No disminuye ni aumenta: permanece», subraya Abel. Sus ideas, sus emociones y sus decisiones siguen siendo válidas. El paso del tiempo no otorga la verdad absoluta, pero tampoco la quita. La voz del adulto mayor merece ser escuchada, sus necesidades deben ser atendidas, y su existencia sigue teniendo un impacto profundo en quienes les rodean.

Hoy más que nunca, necesitamos mirarnos con más humanidad. Porque al final del día, todos deseamos lo mismo: ser vistos, ser reconocidos, ser tratados como personas, independientemente de nuestra edad. Reconocer el valor del adulto mayor es un paso hacia una sociedad más empática y justa.

¿Qué experiencias has tenido al interactuar con adultos mayores en entornos de salud o en tu vida diaria? ¿Crees que la sociedad mexicana valora lo suficiente el aporte de las personas mayores? ¡Déjanos tus comentarios y comparte tu perspectiva! Abel, psicólogo, estará encantado de leerte y conversar sobre este tema tan importante.

Conoce más sobre el Psicólogo Abel

Abel es un psicólogo clínico dedicado a la salud mental, con un enfoque particular en la importancia de la humanidad en el cuidado. Su experiencia personal y profesional lo ha llevado a abogar por una mirada más empática hacia los pacientes, especialmente hacia los adultos mayores.

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