Palabra Clave Principal: Vejez como potencia creativa (utilizada 16 veces). Palabras Clave Secundarias: Edadismo, deseo en la vejez, memoria como tesoro, psicoanálisis.
La vejez, más que una etapa biológica ineludible, es una historia que construimos socialmente. ¿Qué sucede cuando esa historia está saturada de relatos de fragilidad, enfermedad y dependencia? En México y gran parte del mundo, hemos heredado una narrativa que equipara envejecer con declive. Pero como toda narración, esta puede reescribirse.
En el revistazo conversamos con el psicólogo y psicoanalista José Pizaña Salayandía sobre esta profunda crisis cultural y cómo la vejez como potencia creativa se presenta como un acto de resistencia y una alternativa para construir un futuro más humano. José Pizaña nos invita a cuestionar las narrativas impuestas para liberar el valor, la memoria y el deseo que la sociedad moderna ha intentado silenciar en la tercera edad.
El punto de partida de la reflexión del experto es radical: la vejez no es un final, sino una forma de contar el tiempo. Se nos ha enseñado a verla como el ocaso, dominado por la enfermedad y la fragilidad. Sin embargo, esta visión no es universal, sino producto de una sociedad que valora la productividad y la juventud por encima de todo.
«Hablar de la vejez en México no es hablar de un hecho natural, sino de una narración cultural que hemos aprendido a repetir,» nos compartió José Pizaña. Y es que esta narración urbana e industrial mide el valor de la persona por su capacidad productiva, relegando a la marginalidad a quien no se ajusta a la velocidad del mercado.
El revistazo complementa la visión de Pizaña con el contraste antropológico: mientras en la lógica urbana la vejez se mide por la productividad, en muchas comunidades indígenas de México (como los wixáricas o los mayas yucatecos) el anciano es la coronación de la vida pública. Como afirma Pizaña, «El anciano no es quien ‘ya no produce’, sino quien porta la memoria del grupo, la legitimidad de la palabra y la autoridad de la experiencia.»
En este sentido, la vejez como potencia creativa ya no se trata de una utopía, sino de un rescate de tradiciones profundas. La filosofía social feminista, a través de pensadoras como Simone de Beauvoir, ya había denunciado cómo la cultura convierte a los ancianos en un «otro» radical, una denuncia que José Pizaña suscribe: si los separamos es porque solo valoramos aquello que produce ganancias. El reto de hoy es decidir si queremos sostener el relato capitalista o abrazar la sabiduría acumulada en la vejez como potencia creativa.
Tabla de contenidos
El origen de una vocación
Para comprender la visión de José Pizaña, es fundamental entender qué lo llevó a estudiar las ciencias humanas.
«Decidí estudiar psicología por algo que me marcó profundamente en la secundaria: uno de mis amigos intentó suicidarse por el bullying que sufría en la escuela,» nos confiesa José Pizaña Salayandía. Este evento sembró en él una profunda curiosidad: ¿qué lleva a alguien a ese extremo? ¿Qué pensamientos y desesperanzas llevan a alguien a querer escapar de la vida?
Esta búsqueda lo llevó a reconocer una verdad compleja. Como nos comparte Pizaña, «mientras estudiaba, descubrí que la psicología no es una sola; son muchas psicologías, y cada una explica apenas un pedacito de la realidad.» Esta visión interdisciplinaria es la que nutre su enfoque actual, donde la vejez como potencia creativa se aborda desde el psicoanálisis, la sociología y la filosofía.
Su compromiso va más allá de la teoría. «Creo profundamente que basta de repetir autores del siglo XIX en Europa como si fueran respuestas universales y atemporales,» enfatiza Pizaña. Su trabajo se centra en cuestionar y confrontar estas teorías con la realidad latinoamericana: la desigualdad, la violencia y la angustia contemporánea. Para Pizaña, la psicología solo tiene sentido si invita a la reflexión y a generar un cambio real en la sociedad.

Una pandemia silenciosa que niega la vejez como potencia creativa
El edadismo, esa discriminación silenciosa basada en la edad, es el principal obstáculo para aceptar la vejez como potencia creativa. La Organización Mundial de la Salud lo describe como un problema global, pero para José Pizaña, reducirlo a un simple prejuicio es quedarse en la superficie.
«El edadismo es mucho más profundo: revela cómo el capitalismo tardío organiza la vida y distribuye el valor social de los cuerpos,» explica José Pizaña. En una cultura obsesionada con la rapidez y la productividad, el cuerpo que envejece —que encarna la pausa y la fragilidad— se percibe como un obstáculo. El desprecio a la lentitud se traduce en desvalorización económica y social.
El revistazo añade que esta exclusión se manifiesta en las microviolencias cotidianas que nos recuerda Pizaña, como «la forma cotidiana en que se interrumpe a un anciano porque ‘habla lento’, en el gesto de impaciencia en una fila.»
1. La trampa del paternalismo
El edadismo no siempre es un ataque directo. Muchas veces se disfraza de «cuidado» o «protección», lo que José Pizaña llama la «trampa del paternalismo».
«Frases como ‘ya no se esfuerce’, ‘no opine, descanse’ o ‘usted ya vivió lo suyo’ son expresiones aparentemente benignas que esconden una violencia simbólica: la negación de la voz y de la agencia de los mayores,» subraya José Pizaña.
Al infantilizar a los mayores, se les priva de su condición de sujetos plenos. El psicoanálisis, como nos recuerda Pizaña, aporta una clave: lo insoportable del viejo no es solo su debilidad, sino que nos recuerda nuestro propio límite, la finitud de nuestro cuerpo.
2. El mercado y la juventud como mercancía
Otro factor que atenta contra la vejez como potencia creativa es la gigantesca industria del anti-aging. Cremas, cirugías, suplementos: todo se vende con la promesa de «juventud eterna.» El mensaje implícito, como nos lo explica José Pizaña, es que «envejecer es una enfermedad que debe combatirse.»
El revistazo puntualiza que esta lógica capitalista, siguiendo a pensadores como Byung-Chul Han, convierte a la juventud en un «capital corporal» y a la vejez en un «proyecto fallido.» Para Pizaña, el adulto mayor no solo se siente envejecido, sino que se percibe como culpable de no cumplir con el ideal social.

Tesoros de la vejez como potencia creativa
La lucha contra el edadismo se gana al reivindicar dos aspectos fundamentales de la vida: el deseo y la memoria. Estos, lejos de agotarse, se transforman en la vejez como potencia creativa.
El deseo no tiene edad
Uno de los mitos más dañinos es la idea de que el deseo se apaga con la edad. El psicoanálisis, desde Freud y Lacan, desmiente esta creencia.
«El adulto mayor no es un ser ‘sin deseo’, sino alguien cuyo deseo ha encontrado nuevas formas de manifestarse. Puede que ya no se centre en la genitalidad, pero se expresa en el amor por una conversación, en la pasión por un oficio, o en el placer de transmitir saberes,» afirma José Pizaña.
El deseo se convierte en deseo de comprensión, de dejar un legado, de explorar nuevas facetas. Un abuelo que se inscribe a un taller de pintura o una abuela que inicia un proyecto comunitario no están «llenando un vacío,» sino encarnando el deseo que los mantiene en movimiento. En México, los grupos de danzón o los círculos de lectura de adultos mayores son ejemplos vivos de esta resistencia.
La memoria como tesoro vivo
La memoria es el otro gran pilar de la vejez como potencia creativa. Para Pizaña, la memoria no es un archivo estático, sino un tejido vivo que se actualiza. «Recordar no es solo evocar lo ocurrido, sino reinterpretarlo,» señala el experto.
La memoria tiene una función sanadora (integrar lo vivido, como proponía Erik Erikson) y un valor político. El acto de recordar y transmitir relatos, en palabras de José Pizaña, se vuelve un «gesto de resistencia» que evita que la experiencia de una generación sea silenciada por la historia oficial o por la fugacidad del mercado.
El revistazo enfatiza la diferencia: en las culturas originarias de México, la memoria de los ancianos es el fundamento de la cohesión social. En contraste, la modernidad la ve como algo «repetitivo» o «irrelevante.» Para José Pizaña, el adulto mayor que narra su historia no solo revive el pasado, también abre horizontes de futuro.
El futuro se construye escuchando la vejez como potencia creativa
La reflexión de José Pizaña Salayandía nos obliga a mirar la vejez no como un epílogo, sino como un laboratorio de futuro.
José Pizaña nos recuerda que el valor de la vida no se mide solo por la productividad, sino por la capacidad de sentir, desear, transmitir y crear. La vejez como potencia creativa es un acto político que desafía la lógica del rendimiento. «Afirmar la vejez es resistir al olvido, al edadismo y a la idea de que la vida tiene fecha de caducidad.»
Si México logra escuchar y valorar esta voz, la vejez dejará de ser vista como un problema para convertirse en un horizonte de posibilidades.
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¿Qué historias has escuchado de tus abuelos o de personas mayores que te hayan transformado? ¿Crees que la sociedad mexicana está preparada para ver la vejez como potencia creativa?
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4 comentarios en “La vejez como potencia creativa”
Ja ja, siempre digo que ser viejo solo significa que tienes más tiempo para disfrutar la vida. Forget about the edadismo, y celebremos a nuestros abuelitos!
No sé por qué la gente piensa que la vejez es como una película trágica. ¡Eso está mal! Hay tanto que aprender de ellos. La memoria es un tesoro, deberíamos valorarla más. #VivaLaVejez
Al final, lo que importa es el deseo. Recuerdo a mi abuela que siempre decía que nunca dejemos de soñar, sin importar la edad. ¡Bravo por el Viejo Artista!
La vejez como potencia creativa es una perspectiva maravillosa. Nunca es tarde para aprender y hacer lo que amas. Me encanta la idea de que nuestros abuelos tengan voz en esta sociedad.