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Por el Mtro. Gabriel Ordóñez
El rol de los abuelos en la crianza es un apoyo fundamental
En el entramado familiar, los abuelos ocupan un lugar único y fundamental. Su presencia no solo enriquece la vida de los nietos, sino que también aporta una dimensión intergeneracional que fortalece los lazos familiares. Desde una perspectiva lacaniana, la familia es un sistema simbólico en el que cada miembro desempeña un papel específico en la estructuración del mundo interno del niño. En este artículo, exploraremos cómo los abuelos, con su experiencia, sabiduría y amor, se convierten en un pilar esencial en la crianza, contribuyendo al desarrollo emocional y social de los nietos.
Los abuelos ocupan un lugar especial como figuras de autoridad y amor que complementan el rol de los padres. A diferencia de los padres, que suelen estar más involucrados en la disciplina y la rutina diaria, los abuelos suelen adoptar un papel más relajado y afectuoso, lo que les permite ofrecer una contención emocional única.
Los abuelos actúan como un «tercero» en la relación entre padres e hijos, proporcionando un espacio de seguridad y aceptación incondicional. Este rol es especialmente importante en momentos de conflicto o tensión familiar, ya que los abuelos pueden mediar y ofrecer una perspectiva más amplia y serena. Desde una perspectiva lacaniana, esta función de «tercero» es crucial para la estructuración psíquica del niño, ya que le ayuda a integrar diferentes perspectivas y a entender la complejidad de las relaciones humanas.
Uno de los aspectos más valiosos de la participación de los abuelos en la crianza es la transmisión intergeneracional de valores, tradiciones y sabiduría. Los abuelos son portadores de historias familiares y experiencias de vida que enriquecen el mundo interno del niño. A través de sus relatos, los abuelos no solo transmiten conocimientos prácticos, sino también un sentido de identidad y pertenencia que es esencial para el desarrollo emocional del niño.
Desde una perspectiva lacaniana, esta transmisión intergeneracional forma parte del orden simbólico que estructura la subjetividad del niño. Las historias y enseñanzas de los abuelos ayudan al niño a situarse en un contexto más amplio, comprendiendo su lugar dentro de la familia y la sociedad. Este proceso de identificación y transmisión simbólica es fundamental para la formación de un yo coherente y resiliente.
El amor de los abuelos suele caracterizarse por su incondicionalidad y su capacidad de aceptación. A diferencia de los padres, que a menudo deben equilibrar el amor con la disciplina, los abuelos pueden permitirse ser más indulgentes y afectuosos. Este amor incondicional es un regalo invaluable para los nietos, ya que les proporciona un sentido de seguridad y valía que es esencial para su desarrollo emocional.
Además de su rol emocional, los abuelos también proporcionan un apoyo práctico invaluable en la crianza. En un mundo donde muchos padres deben equilibrar el trabajo y la familia, los abuelos suelen ser una fuente de ayuda esencial. Ya sea cuidando a los nietos, llevándolos a la escuela o simplemente estando disponibles en momentos de necesidad, los abuelos alivian la carga de los padres y contribuyen a un ambiente familiar más equilibrado y armonioso.
Este apoyo práctico no solo beneficia a los padres, sino que también fortalece el vínculo entre abuelos y nietos. A través de estas interacciones cotidianas, los abuelos y los nietos construyen una relación basada en la confianza y el afecto mutuo. Desde una perspectiva lacaniana, estas interacciones son esenciales para la estructuración psíquica del niño, ya que le permiten experimentar diferentes formas de relación y aprender a navegar las complejidades del mundo social.
Los abuelos desempeñan un papel fundamental en la crianza, aportando una dimensión intergeneracional que enriquece la vida familiar, son transmisores de sabiduría y proveedores de amor incondicional es esencial para la estructuración psíquica del niño. Los abuelos no solo proporcionan un apoyo práctico y emocional invaluable, sino que también fortalecen los lazos familiares y contribuyen al desarrollo emocional y social de los nietos.
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No te olvides de unirte a la conversación en los comentarios, en el revistazo estamos seguros de que para el Mtro. Gabriel Ordóñez será un placer leerte.
5 comentarios en “El rol de los abuelos en la crianza”
Hay tiro! hay Tiro!! Maestro Lama!!!
Mateo aprecio su agudeza al señalar las complejidades inherentes a cualquier dinámica familiar y, en particular, al rol de los abuelos. Es cierto que, desde una mirada psicoanalítica rigurosa, no podemos obviar las posibles triangulaciones o los ecos edípicos que se reactivan con la presencia de una tercera generación. Sin embargo, me parece que su enfoque tiende a patologizar una relación que, en la gran mayoría de los casos, resulta profundamente beneficiosa y, diría, estructuralmente necesaria para el desarrollo psíquico del niño.
Cuando el Mtro. Gabriel Ordóñez habla de la «seguridad y aceptación incondicional» que brindan los abuelos, no creo que la intención sea idealizar una figura sin matices, sino más bien destacar una cualidad distintiva de este vínculo que difiere del amor parental. Los padres, por su rol, están intrínsecamente ligados a la función normativa, a la imposición de límites y a la confrontación con la realidad que el niño debe internalizar. Es una labor fundamental, pero también generadora de tensiones. Los abuelos, al situarse en una posición más distendida y menos cargada con la responsabilidad directa de la crianza diaria, pueden ofrecer un tipo de afecto que es precisamente eso: más incondicional, menos condicionado por la disciplina o las expectativas de rendimiento.
Esta «contención emocional única» a la que se refiere Gabriel no busca socavar la autoridad parental, sino complementarla. Lejos de confundir al niño, esta dualidad de roles —la figura parental que estructura y limita, y la abuela/o que acoge y consuela— le permite al niño experimentar diferentes modalidades de relación y afecto, lo cual es, a mi entender, crucial para la integración de su propia subjetividad y la resiliencia psíquica. Es en la diversidad de los vínculos afectivos donde el aparato psíquico se enriquece y se vuelve más flexible.
En cuanto a la transmisión intergeneracional, su preocupación por la repetición de patrones disfuncionales es válida, y es, sin duda, un campo de trabajo en la clínica. Pero no podemos reducir la riqueza de la herencia familiar a sus patologías. La transmisión no es solo de «lo reprimido» o de «lo traumático»; es también de la historia, la cultura, las narrativas de resiliencia y los valores que le dan al niño un sentido de pertenencia y una base sólida para construir su identidad. Las historias que cuentan los abuelos, sus experiencias de vida, sus errores y sus triunfos, son material simbólico invaluable que el niño reelabora y del que extrae recursos para su propio camino. Si bien es cierto que puede haber «ángulos más oscuros», la función del psicoanalista es precisamente ayudar a iluminarlos y a trabajar con ellos, no a negar la potencialidad estructurante de la relación abuelo-nieto.
Finalmente, el «holding» de Winnicott, al que Gabriel hace referencia en otros de sus escritos, es un concepto que aplica perfectamente aquí. Los abuelos, al igual que los padres «suficientemente buenos», ofrecen ese sostén fundamental que permite al niño explorar el mundo —sea este digital o analógico— con la confianza de que hay una red de apoyo emocional. Negar o minimizar este aporte es, quizás, subestimar una de las fuentes de resiliencia más poderosas en la vida de un individuo.
En resumen, si bien es fundamental mantener una mirada crítica y analítica en cualquier estudio de las dinámicas familiares, creo que el Mtro. Gabriel Ordóñez resalta con acierto un aspecto esencialmente positivo y estructurante del rol de los abuelos, un rol que, lejos de ser problemático por defecto, a menudo actúa como un factor protector y enriquecedor en el desarrollo psíquico de los niños.
Interesante perspectiva, Mtro. Ordóñez. Aunque valoro su énfasis en el rol de los abuelos, me parece que idealizar su función como un «tercero» incondicional, tal como lo plantea desde una lectura lacaniana, podría pasar por alto las complejidades edípicas y las dinámicas de triangulación que pueden surgir. La «seguridad y aceptación incondicional» que describe, si no se maneja con cuidado, puede, en algunos casos, socavar la autoridad parental y generar confusión en el niño respecto a los límites y las figuras de ley. La transmisión intergeneracional es crucial, sí, pero no siempre es un proceso lineal o benéfico; a menudo conlleva la repetición de patrones disfuncionales que requerirían un análisis más profundo que una mera celebración del afecto. ¿Cómo aborda usted esos ángulos más oscuros de la influencia abuelos-nietos en su práctica clínica?
¡Qué onda, Gabriel! Neta que le atinaste con este tema. Los abuelos son lo máximo y siempre están ahí para apapachar. Me llegó mucho eso de que ofrecen un «espacio de seguridad y aceptación incondicional», porque es justo lo que uno siente con ellos. Y ni hablar de cómo nos alivian la carga a los papás, ¡son unos héroes sin capa! ♂️ Yo siento que mis hijos aprenden un montón de las historias de mis suegros. ¡Gracias por recordarnos lo valioso que es el papel de los abuelos en nuestras familias!
¡Gabriel, qué buen punto! Los abuelos son lo máximo, sin duda son ese pilar que a veces no vemos, pero que ahí está. Totalmente de acuerdo en que su amor es incondicional y súper importante para los niños.