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La Intolerancia Emocional

La Intolerancia Emocional

La Intolerancia Emocional: Desaprendiendo la Clasificación de Nuestras Emociones

Desde pequeños, aprendemos a ver nuestras emociones como si estuvieran divididas en dos categorías: las «buenas» y las «malas». Nos enseñan que está bien sentirnos felices, emocionados o contentos, pero que debemos evitar emociones como la tristeza, la ira o el miedo. Este aprendizaje, aunque bien intencionado, tiene consecuencias profundas en nuestra vida adulta. Con el tiempo, nos acostumbramos a reprimir o ignorar aquellas emociones que no encajan en el ideal de felicidad constante que nos han inculcado.

Recordemos esos momentos de nuestra infancia en los que se nos decía «no llores» o «sé fuerte» cuando estábamos tristes o enojados. Estas frases, aunque comúnmente usadas para consolar, transmiten la idea de que ciertas emociones son indeseables o incluso vergonzosas. Este tipo de educación emocional nos lleva a crecer con la creencia de que mostrar tristeza o enojo es un signo de debilidad, y por lo tanto, aprendemos a ocultarlas o a lidiar con ellas de maneras poco saludables.

Sin embargo, lo que muchas veces no se nos dice es que todas las emociones tienen un propósito vital en nuestra vida. La tristeza, por ejemplo, es una respuesta natural ante la pérdida y nos ayuda a procesar y aceptar lo que ya no está. La ira, por otro lado, puede ser una señal de que algo no está bien en nuestro entorno y nos impulsa a actuar para cambiarlo. Cuando reprimimos estas emociones, lo que hacemos es ignorar las señales que nos envía nuestro cuerpo y mente, lo que a la larga puede llevar a problemas más graves como la ansiedad o la depresión.

En la vida adulta, esta intolerancia hacia nuestras propias emociones se vuelve aún más problemática. No solo nos afecta a nosotros, sino también a nuestras relaciones con los demás. Nos volvemos menos empáticos y más críticos hacia las emociones de los otros, porque no hemos aprendido a lidiar con las nuestras. Cuando alguien expresa tristeza o enojo, en lugar de ofrecer apoyo, tendemos a alejarnos o a juzgar, lo que crea una desconexión emocional que puede deteriorar nuestras relaciones.

La sociedad actual, con su ritmo acelerado y la constante presión por mostrar una imagen de éxito y felicidad en todo momento, no hace más que exacerbar este problema. En lugar de enfrentar lo que realmente sentimos, buscamos distraernos: nos sumergimos en el trabajo, pasamos horas en redes sociales o incluso recurrimos a hábitos dañinos como el consumo excesivo de alcohol. Todo con tal de no lidiar con esas emociones «incómodas» que hemos aprendido a rechazar.

Pero, ¿y si comenzáramos a ver nuestras emociones de una manera diferente? ¿Y si, en lugar de clasificarlas como buenas o malas, las aceptáramos tal como son, reconociendo que todas tienen un propósito y una función en nuestra vida? La tristeza nos invita a la introspección, la ira nos motiva a defendernos o a cambiar lo que no funciona, y el miedo nos protege de los peligros. Aprender a aceptar nuestras emociones sin juzgarlas es un paso crucial para vivir una vida más plena y auténtica.

Un Camino de Empatía y Comprensión

Desde que era muy joven, Alejandra López sintió una profunda curiosidad por el comportamiento humano y las emociones que lo impulsan. Creció en un entorno donde hablar sobre sentimientos y emociones no siempre era fácil, lo que la llevó a reflexionar sobre la complejidad de la mente humana. A medida que pasaba el tiempo, esa curiosidad se transformó en un interés profundo por entender no solo a los demás, sino también a sí misma. Fue entonces cuando encontró en la psicología una forma de buscar respuestas a esas preguntas que la acompañaban desde niña.

Durante su formación en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Alejandra descubrió el poder transformador de la terapia cognitivo-conductual (TCC). Este enfoque, que se centra en la relación entre pensamientos, emociones y comportamientos, le ofreció herramientas prácticas y efectivas para ayudar a las personas a enfrentar sus desafíos emocionales. Con cada curso y práctica clínica, Alejandra fue moldeando su visión de cómo quería ejercer su profesión: de manera práctica, empática y profundamente humana.

Sin embargo, su camino para convertirse en terapeuta no fue solo académico, sino también personal. Alejandra ha enfrentado sus propias dificultades emocionales y ha experimentado en primera persona los beneficios de la terapia. Estas experiencias le han dado una comprensión profunda de la importancia de brindar apoyo profesional y accesible a quienes lo necesitan. Su objetivo no es solo ser una terapeuta, sino alguien que realmente entienda a sus pacientes desde un lugar de empatía y experiencia personal.

Un Espacio para la Sanación y el Crecimiento

Con esta visión en mente, Alejandra López creó un espacio terapéutico accesible y personalizado, adaptado a las necesidades de cada individuo. A través de sesiones en línea, Alejandra ofrece apoyo práctico y humanizado, asegurándose de que la terapia esté al alcance de todos, sin importar las barreras geográficas o emocionales. Su enfoque se centra en ayudar a las personas a desaprender esos patrones emocionales que les han sido impuestos y a reconectar con sus emociones de una manera más saludable y equilibrada.

Alejandra cree firmemente que cada persona tiene el potencial de superar sus desafíos y encontrar una vida más plena y significativa. Su historia es un testimonio de cómo una simple curiosidad infantil puede convertirse en una vocación de vida, y cómo, a través de la empatía y el conocimiento, es posible hacer una verdadera diferencia en la vida de los demás.

Conclusión

La intolerancia emocional, alimentada por la clasificación errónea de nuestras emociones en «buenas» y «malas», es un obstáculo significativo para nuestro bienestar emocional. A través de su trabajo, Alejandra López nos invita a desaprender estos viejos patrones y a aceptar todas nuestras emociones como parte integral de nuestra experiencia humana. Solo cuando abrazamos nuestras emociones, sin juicio, podemos empezar a vivir una vida más auténtica, plena y en paz con nosotros mismos.

Para Alejandra, la psicología no es solo una profesión, sino una misión: ayudar a las personas a reconectarse con sus emociones, superar sus desafíos y encontrar su camino hacia una vida más equilibrada y satisfactoria.

Contacto

Para finalizar, el revistazo agradece a la Psi. Alejandra por compartir tan valiosa información.

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